Les escribo a mi regreso de Montanino di Camaldoli, donde celebramos nuestra reunión anual titulada Deseo de Futuro. Dedicaremos el próximo Cuaderno a los contenidos de la conferencia, con el compromiso de hacer accesibles también las grabaciones en vídeo de las presentaciones.
En Montanino, compartimos cuatro preguntas para forjar conexiones y tender un puente entre la vastedad de los problemas que azotan el mundo y nuestra propia pequeñez en la vida cotidiana. Seguir dando respuestas personales a estas preguntas quizás pueda ayudarnos a adoptar actitudes que nos preparen para la esperanza y la confianza en el futuro.
¿Somos realmente impotentes ante la destructividad que vemos desplegarse día tras día?
¿Dónde situamos nuestra seguridad?
¿Desde qué perspectiva vemos la complejidad?
¿Qué es esencial para nosotros? ¿A qué deberíamos dedicar nuestro tiempo y energía? Pequeños gestos, pequeñas señales adaptadas a nuestras necesidades, en la búsqueda de mantener abiertas las vías del diálogo incluso con quienes no nos comprenden, no nos aprecian o nos atacan con ira y agresión destructiva.
Construir puentes es el tema de este Cuaderno. La expresión “construir un puente” significa facilitar un paso, una posibilidad de cruzar donde, por ejemplo, hay un río difícil de vadear o un valle profundo que atravesar. Superar un obstáculo divisivo, aparentemente insuperable, cuya solución requiere reflexión, compromiso, habilidad, creatividad, tiempo y planificación.
Cuando se construye un puente, todos se benefician; la vida vuelve a fluir, en ambos bandos.
Durante las guerras, volar puentes es una forma de impedir, dividir, obstaculizar el movimiento e incluso las invasiones. Construir muros y volar puentes: podemos apoyarlos; son una expresión concreta de una postura defensiva contra quienes se consideran “el enemigo”.
Construir puentes es una imagen simbólica que también se aplica a las relaciones y comunicaciones entre individuos, poblaciones y estados. Expresa la necesidad de abrir vías para el diálogo, la mediación, la diplomacia y la discusión en los conflictos, grandes y pequeños, que nos aquejan. Esto es precisamente lo que necesitamos hoy, pero no le damos mucho espacio, ni siquiera en la educación, sin darnos cuenta de que está a nuestro alcance.
Aprender a escuchar, a ofrecer un espacio acogedor a quienes piensan diferente. Experimentar las frustraciones de no ser comprendido, de ser incomprendido, o de darnos cuenta de que no hemos podido explicarnos adecuadamente porque la emoción, la impaciencia o la ira nos han dominado. Aprender a ser pacientes con nosotros mismos y con los demás, en un lento proceso de crecimiento consciente. Nunca renunciar a una relación fue una de las valiosas enseñanzas de Don Mario: tener la valentía de esperar, de no juzgar, de no evaluar solo desde nuestro interior y nuestra propia perspectiva, sino ofrecer, a su debido tiempo, una palabra que ayude a la otra persona a comprender que no hemos roto la relación y que siempre se pueden restablecer las vías de comunicación posibles.
Toda mediación es, en última instancia, ponerse manos a la obra, encontrar maneras de acercarnos, de llegar a un acuerdo; Se trata de tender puentes, aunque sean solo cuerdas, balanceándose sobre un precipicio.
Ganar nunca debería significar abrumar al otro, sino más bien un punto de llegada en convicción mutua, un convencer, es decir, ganar juntos.
San Pablo nos recuerda sabiamente en su carta a los Romanos: «No paguéis a nadie mal por mal. Si es posible, en cuanto dependa de vosotros, estad en paz con todos». Es pacificador, «en cuanto dependa de nosotros».
Construir puentes a veces requiere largas esperas, requiere mantener la esperanza, estar dispuestos a abrir la puerta al otro cuando llame.
Saludos cordiales y una feliz vuelta al trabajo después de las vacaciones de verano.
Agnese