Somos muchos los que deseamos la paz. Hablamos de paz, cantamos por la paz, marchamos y salimos a las calles por la paz.
Nosotros, a diferencia de muchos en el mundo, sólo conocemos el bienestar de vivirlo desde hace 80 años. Vivimos en un país donde tenemos el don y el privilegio de la democracia y la paz. No tenemos experiencia directa de la destructividad, del odio, de la violencia gratuita, no buscada y no intencionada que tantas personas todavía sufren hoy.
Sin embargo, asistimos, atónitos e impotentes, a mecanismos de poder que rápidamente comienzan a devaluar y deslegitimar las instituciones y herramientas que nuestros abuelos y bisabuelos construyeron pacientemente en el anhelo de “¡nunca más guerra!”. Nuestros propios estados europeos hablan de rearme, de la necesidad de organizarse para la disuasión. Se hace cada vez más urgente ir más allá de los eslóganes que exaltan ideales, para confrontarse y dialogar sobre cómo dar al deseo de paz la concreción de gestos, elecciones y caminos concretos.
Hay procesos que no se pueden improvisar, hay que elegirlos, cuidarlos y protegerlos. Es por eso que hemos querido dedicar este cuaderno al tema del pacifismo.
Necesitamos darle a la paz un rostro concreto.
Queríamos volver a escuchar a personas como Alexander Langer, Aldo Capitini, Danilo Dolci, Don Milani, por citar algunos testigos italianos, además de aquellos que han surgido en los últimos días recordando el manifiesto de Ventotene.
Necesitamos compararnos con su pensamiento y seguir sus pasos en el camino hacia la paz.
Pequeños gestos, pequeños pasos en nuestra vida diaria son posibles.
Un cordial saludo
Agnese
«No digo: dentro de poco o de mucho tiempo tendremos una sociedad perfectamente no violenta… lo que a mí me importa fundamentalmente es cómo utilizo esta modestísima vida mía, estas horas o estos pocos días, y cómo coloco el peso de mi persuasión en la balanza íntima de la historia».
(Aldo Capitini)