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San Francisco nos susurra el camino de la alabanza para dirigir nuestra mirada a las pequeñas cosas de la vida cotidiana

San Francisco escribió el Cántico de las Criaturas al final de su vida. Es uno de los frutos maduros, sintéticos de su recorrido existencial, después de haber experimentado y atravesado desilusiones y penurias, dolores físicos y noches de confusión espiritual.
El año que viene celebraremos el 800 aniversario de su muerte y la reflexión sobre su vida seguirá acompañándonos.
El Cántico, que todos conocemos, es una oración de una frescura y sencillez que desarma. Nos recuerda cómo vivir con sencillez es fruto de un camino de crecimiento y expresión de madurez humana.
Realmente necesitamos reducir la velocidad y detenernos para converger hacia lo que sentimos que es esencial. ¿Cómo hacerlo? Francisco parece susurrarnos el camino de la alabanza, de la acción de gracias, de saber dirigir la mirada a las pequeñas cosas que componen la vida cotidiana.
Hoy en día seguimos viendo proyectos de desarrollo orientados al dinero y al poder de unos pocos. Lamentablemente, también seguimos siendo testigos de la aniquilación del pueblo palestino. Hay tanta impotencia dentro de nosotros que nos invaden sentimientos de desconfianza y desesperación. No nos dejemos aplastar por la negatividad.
Centinela ¿cuánto falta para el final de la noche?
Podemos elegir no permanecer en la amargura y tratar de dirigir nuestras energías hacia lo que realmente importa. Al darnos cuenta de que todo nos es dado como regalo, ¿qué podemos ofrecer verdaderamente a Dios y a los demás?
El olor de la amistad, la generosidad de la presencia, la atención, la gratitud, el elogio, el agradecimiento pueden parecer valores añadidos, superfluos. Sin embargo, cuando los experimentamos, producen el efecto de la levadura en el pan, del vino en la mesa, de la sal en la comida, de un rayo de sol que ilumina los colores con luz y calor.
Alabado seas, mi Señor, por todo don que aumenta la Vida, incluso para el hermano dolor y la hermana muerte, si nos ayudan a crecer en la lógica de la ternura y de la misericordia.
Esperamos con confianza que las actitudes vitales que pueden contener y curar, consolar y proteger los verdaderos procesos de la vida, encuentren en nosotros, en nuestras elecciones, el seno fértil para poder encarnarse. Entonces será más fácil entender qué acciones tomar, qué actividades realizar.
El Papa Francisco primero y luego el Papa León XIV nos desearon una paz desarmada y desarmante, don del Resucitado.
Retomaremos estos temas que nos interesan en el diálogo y la reflexión con ocasión de los numerosos encuentros programados para el verano.
Un cordial saludo.

Agnese